lunes, 25 de junio de 2012

El regreso de la expatriada

Nunca es fácil enfrentarse a la maleta vacía. No es fácil saber qué meter en ella, qué nos puede hacer falta o qué descartar por innecesario. Y todavía es más difícil sabiendo que en esa maleta tienes que meter las primeras piedras para comenzar a asfaltar un nuevo tramo de tu vida.

No fue fácil hace seis años. Cuando apenas acababa de superar la mayoría de edad, y sin tener ni idea de "lo que es la vida", me tocó hacer la maleta y mudarme a una nueva ciudad, más grande, más bulliciosa... y sin tener el mar cerca. Durante mucho tiempo, no habría más olor a salitre ni más brisa resucitadora, de esa que sopla mínimamente en verano, en los lugares de costa, cuando uno está apunto de desfallecer por el intenso calor.

Ahora desando el camino recorrido y vuelvo a mi ciudad natal, Benidorm. Abandono mi ciudad adoptiva, Elche, esa que me ha acogido durante seis años y que me ha obligado a soportar, pacientemente, a unos habitantes no demasiado acostumbrados a utilizar los intermitentes mientras conducen.

Elche, esa ciudad que me fascinó desde el primer momento que puse un pie en ella. Antes de aterrizar allí en 2006, apenas era un lejano skyline que divisaba desde la A7 cuando mi padre volaba en el R19 hacia el pueblo de mi madre. Aquellos balconcillos tan lejanos, rosas y azules, se convirtieron en vecinos míos y presenciaron el paso de los años, de los cursos académicos, de los suspensos, los aprobados, de las tardes de compras o de los fallidos intentos por hacer deporte.

Posiblemente, Elche es una de las ciudades más bonitas que he podido ver si pretender serlo. No quiere lidiar con grandes capitales, en las que los estilos arquitectónicos más consagrados se entremezclan para ofrecer al visitante una explosión de belleza y exquisitez. Pero Elche está ahí y es hermosa sin pretenderlo. Uno sólo tiene que sentarse en la Plaça de Baix y dejarse llevar por el ritmo frenético de la ciudad, acompasaado con la permanencia de construcciones levantadas en siglos pasados.

Sin duda alguna, Elche seguirá ahí, en ese rincón de la memoria donde se solidifican todos los recuerdos, en una especie de fotografía viva, como las que salen en las películas de Harry Potter. Es posible que cuando vuelva todo halla cambiado demasiado. Igual las calles tendrán otros edificios, otros comercios, habrán cambiado de sentido de circulación... pero, seguramente, si me dejan suelta por esos lugares que yo recuerdo, podría recorrerlos con los ojos cerrados, aunque de nuevo, como si nunca hubiese estado allí.

Elche. Echaré de menos acontecimientos tan bizarros y tan poco concebibles como que haya rotondas sobre las que se puedan realizar eventos. Hasta pronto.

1 comentario:

  1. Ay, mi cuqui, bienvenida a este mundaco de Blogspot! Te uno a mi lista de amiguitos blogueros y mis buenos deseos de futuro!

    Que hables de mi Elche en tu primera entrada es algo que me encanta :) Pero haberte conocido a ti, es una de las mejores cosas que me ha pasado en mis años de carrera.

    Un besazo mi benidormense favorita!

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